Desde 1991, Somalia padece una situación de crisis que, lejos de remitir, corre el peligro de agravarse con el paso del tiempo. Azotada por las rencillas tribales y la ominosa herencia del periodo colonial, la República de Somalia ha sufrido de forma especial los embates de la pugna regional e internacional librada en el Cuerno de África. A esto debe unirse el efecto del islam político, representado en Somalia por los Tribunales Islámicos, con todo lo que ello implica en el contexto de la llamada "guerra internacional contra el terrorismo". La incapacidad de la república para consensuar un modelo de Estado aceptable o el predominio de las milicias de los señores de la guerra, siguen haciendo de Somalia un ejemplo de Estado fallido, social e institucionalmente, lo que supone una amenaza constante de inestabilidad en la región.